Han subido las temperaturas y mi pequeño huerto lo ha notado de manera muy positiva. Los rabanitos que sembré hace unas semanas han asaltado la mesa de cultivo:


Como se ve en la fotografía, entre tanto rabanito las pobres plantas de pimiento apenas tienen espacio. Por otro lado, la única escarola que tengo plantada ha crecido también un montón, aunque me temo que está espigándose :( y es que, como os he dicho, hace muchísimo calor.


Por suerte, las otras lechugas que tengo plantadas están creciendo sanas y vigorosas:



¡Incluso las que planté en el palet de madera han crecido un montón!

Las tomateras, por su parte, se han llenado de florecillas amarillas:


¡Y el primer tomate ha empezado a asomar la cabecita!


Pero de lo que llevamos disfrutando desde hace semanas es de las fresas. Parece mentira que una planta tan pequeña pueda regalarnos tantos frutos y tan sabrosos:


¿A que tienen buena pinta? ¡Pues imaginad lo ricas que saben!


Soy una fanática de las ensaladas. Me en-can-tan, así que en mi huerto no podían faltar unas lechugas. Pero como tampoco es plan colonizar toda la terraza con macetas de lechugas (no es que no sea plan, es que mi chico no me deja… aun) pensé que una buena ¡y bonita! manera de plantar lechugas ocupando muy poquito espacio era fabricar un jardín vertical a partir de un palet de madera.

Para fabricar este tipo de jardín vertical se necesitan muy pocos materiales, y resulta una opción curiosa de decorar una zona del balcón o la terraza. Si os decantáis por hacer uno necesitaréis lo siguiente: un palet de madera, un poco de aceite de girasol, un pincel, malla geotéxtil, grapadora y grapas o chinchetas, sustrato universal y plantel de lechugas (o cualquier otra planta que queráis).

Lo primero era encontrar un palet, así que decidí tomarlo prestado de una obra cercana a mi casa. Era un poco más grande que el hueco en el que tenía pensado ponerlo, así que antes de nada lo corté al tamaño perfecto para mis necesidades, en concreto lo dejé en unos 70x70cm.

Una vez cortado el palet, hay quien decide pulir o lijar la madera. Yo me he saltado este paso, ya que estéticamente me gusta más dejarlo con un look rústico. Lo que sí he hecho y os recomiendo hacer si os animáis a hacer un jardín vertical, es barnizar la madera, ya que va a estar en el exterior y en contacto con el agua de riego o la lluvia. Existen barnices o tintes especiales para madera que va a estar en contacto con alimentos (como aquellos que se usan para tratar las tablas de cortar de cocina) pero yo he optado por un remedio un poco más casero, el aceite de girasol:

¿Por qué he tratado la madera con aceite de girasol y no con barniz de exterior? La respuesta a esta pregunta es bien sencilla: en contacto con la madera está la tierra que contendrá mis lechugas y no quiero arriesgarme a que se filtre ningún elemento tóxico.


En cuanto está todo el palet barnizado (todo eh, huequecitos incluidos) hay que dejarlo secar al sol. Para aprovechar el tiempo yo lo hice a primera hora de la mañana, así por la tarde me pude volver a poner manos a la obra para acabar el jardín vertical.


Cuando el palet está completamente seco es el momento de utilizar la malla geotéxtil. Con la ayuda de las grapas o las chinchetas (yo usé ambas porque a media tarea se me estropeó la grapadora) hay que ir fijando la tela a la parte trasera del palet, creando así un hueco por el que meter el sustrato.






Es una tarea sencilla, solo hay que cubrir la parte trasera, los laterales y la parte de abajo del palet con la tela, poniendo especial esmero en el remate de las esquinas. De esta manera, se consigue convertir el palet en un contenedor para el sustrato. Contra más grande sea el palet, más capas de malla geotéxtil habrá que poner, ya que más cantidad de tierra tendrá que sujetar. En mi caso, me decanté por dar tres capas, gastando poco menos de tres metros.


Y ahora llega el momento más divertido: ¡hay que rellenar el palet! Para hacerlo, os recomiendo que lo pongáis horizontal sobre una mesa, al menos, así lo he hecho yo. Es muy sencillo, con la ayuda de una pala hay que rellenar el palet por completo. En mi caso, me he decantado por una mezcla de sustrato universal y hummus de lombriz. A ojo de buen cubero calculo haber gastado unos 50 litros, pero claro, la cantidad de sustrato que debáis usar depende del tamaño de palet que hayáis elegido.




En cuanto tengáis el palet lleno de tierra llega el momento de plantar. Como os comentaba al principio, yo he decidido poner lechugas, en concreto he usado las variedades maravilla y hoja de roble para jugar un poco con sus colores verdes y morados. En cada hueco he colocado dos, y en cuanto han estado todas plantadas, he regado abundantemente.


Para que las plantas se asienten y enraícen bien y para no correr el riesgo de que se desmorone todo nuestro trabajo, es recomendable dejar el palet en posición horizontal durante unos diez días. Una vez pasado este tiempo ya se puede colocar en su ubicación definitiva. ¡Me muero de ganas de que pasen estos diez días para poder disfrutar de mi jardín vertical en su lugar definitivo!




El día 14 de marzo trasplanté a dos macetas una tomatera de cherry negro y una tomatera de cherry pera que había comprado de plantel. No eran muy grandotas, pero aun así les puse un tutor para que no crecieran dobladas y ¡vaya si han crecido! Aquí tenéis una fotografía que muestra lo mucho que puede cambiar una planta en solo dos semanas:



Para que las tomateras sigan creciendo vigorosas y empiecen a dar tomatitos hay que retirar los retoños o chupones que les vayan saliendo para que no se desvíe la energía que necesita la planta para producir tomates. Los retoños o chupones son nuevos crecimientos entre la V que forman la rama principal (guía de crecimiento) y las ramas secundarias. Como una foto vale más que mil palabras, ahí tenéis uno de los retoños que he podado esta mañana: 


Retirar estos chupones es muy sencillo y no se requiere ninguna herramienta especial, con pinzar con nuestros propios dedos ya se sueltan. Y lo que es más importante, haciéndolo no dañamos la planta, al contrario, lo que hacemos es que no desperdicie energía y nutrientes en ramas que no nos proveerán de frutos. Ahora espero que esas pequeñas florecillas que se empiezan a intuir en algunas ramas pronto sean flores que se conviertan en tomates para mis ensaladas. 



Ha llegado ya la primavera pero desgraciadamente, donde yo vivo esto no se ha traducido en sol y buen tiempo. Tras el eclipse lunar del viernes, la terraza donde tengo colocado el huerto urbano viene sufriendo rachas bastante fuertes de viento.

Las semillas de rabanito que planté hace unos días han volado por los aires y buena parte de la tierra de la mesa de cultivo, también. Un desastre, sobre todo teniendo en cuenta que las únicas semillas que consigo que germinen son las de rabanito (las de cayena, cebollino y albahaca me tienen manía y se niegan a brotar, aunque las plante dentro de casa y en semillero).

Además, de este contratiempo con las semillas y la tierra, las tomateras cherry que tengo en maceta y las pequeñas plantas de pimiento rojo que tengo sembradas en la mesa de cultivo, están sufriendo mucho con el viento, perdiendo hojas y doblándose en exceso. El tema de las macetas tiene fácil solución, con entrarlas en casa un par de días hasta que el viento amaine, ya es suficiente, pero tenía que pensar en algo para evitar perder toda la cosecha de la mesa de cultivo y tener que plantar de nuevo.


Y como veis, la solución ha sido reciclar unas botellas de plástico de CocaCola de dos litros para proteger del viento a las plantas sin tenerlas que entrar en casa y sin privarlas de luz. Para reducir un poco el efecto invernadero, he hecho agujeritos en la parte superior de las botellas.

Como el sol sigue sin aparecer y el viento aún sopla con intensidad, aún no he retirado las botellas de plástico, pero tengo claro que cuando el sol salga de nuevo deberé dejar al aire libre a mis plantas, evitando correr el riesgo de achicharrarlas con el plástico.

En definitiva, con un poco de ingenio ¡he logrado salvar mi cosecha!

Junto con el agua, el abonado es el principal alimento de nuestras plantas. Es por ello, un elemento que no hay que descuidar del apartado de cuidados del huerto urbano.

Principalmente, existen dos tipos de abonos, el químico y el orgánico. Dado que estamos hablando de plantas que en algún momento vamos a ingerir, es mucho más recomendable emplear el orgánico, así que solo hablaré sobre este tipo de abono. Por otro lado, dentro de los abonos orgánicos, cabe diferenciar entre los de origen animal (estiércol) y los de origen vegetal (compostaje).

Las plantas de nuestro huerto necesitan principalmente tres elementos químicos para crecer sanas y fuertes y estos elementos los aportaremos con el abonado. Concretamente, me refiero al fósforo, el nitrógeno y el potasio. Las plantas de hoja (lechugas, acelgas, espinacas…) requieren un abono rico en nitrógeno; las plantas que dan frutos y flores (fresas, tomates, pimientos…) uno rico en fósforo; y por último, las plantas de raíz (zanahoria, rábano, cebolla…) necesitan un abono rico en potasio.

Si vuestro huerto está compuesto principalmente por macetas o bien solo cultiváis un tipo de plantas, os será útil comprar un abono específico. Por ejemplo, si tenéis una mesa de cultivo o un terreno en el que tan solo cultiváis escarolas, lechugas, acelgas… el abono de sangre seca será vuestro gran aliado, ya que es rico en nitrógeno. En mi caso, cultivo plantas de distinto tipo en una misma mesa de cultivo, así que si usase un abono muy específico no estaría cubriendo las necesidades de todas mis plantas. Si este es también vuestro caso, os recomiendo que uséis un abono rico en las tres sustancias que requiere vuestro huerto. Particularmente, yo estoy usando el abono líquido de guano de la marca Compo, cuya formulación es 4% de nitrógeno, 5% de potasio y 6% de fósforo. Como veis, es bastante completito y los 3 elementos químicos están compensados. Usando este tipo de abono, a vuestras plantas no les faltarán nutrientes y crecerán vigorosas. Generalmente, los abonos líquidos hay que diluirlos en agua y aplicarlos cada 15 días. Aunque cada fabricante tiene sus indicaciones particulares.

Tal y como vengo contando, el abonado es necesario para garantizar la fertilidad de un cultivo. Si lleváis una vida ajetreada o soléis olvidaros de abonar cada 15 días, una buena opción para vosotros puede ser el uso de fertilizantes de liberación lenta. Se trata de unas barritas o bolitas que hay que enterrar cerca de la raíz de la planta y que durante un tiempo determinado (una vez más, eso depende del fabricante) irán liberando poco a poco los nutrientes que necesita la planta. Con este método os podéis ahorrar abonar durante gran parte de la temporada.

Para acabar este post, una curiosidad, el abono de guano no es otra cosa que… ¡estiércol de pingüino!
Una magnífica opción para cultivar en la terraza o el balcón, es hacerse con una mesa de cultivo. Tanto si cultiváis en mesa de cultivo como en maceta, es necesario preparar mínimamente el contenedor de nuestra futura cosecha, así que antes de ponerse a sembrar o trasplantar planteles, debemos seguir unos pocos pero a la vez imprescindibles pasos.

Si queremos montar una mesa de cultivo, debemos hacernos antes con una tela geotextil suficientemente grande para cubrir toda la superficie interna de la mesa, un saco de piedras volcánicas, una bolsa de tierra (el sustrato universal es suficiente) y un saquito de humus de lombriz.

En primer lugar, se debe forrar el interior de la mesa de cultivo con tela geotextil, un material que encontraréis fácilmente en cualquier tienda de jardinería o vivero. Es aconsejable fijar de alguna manera la tela a la mesa, lo más sencillo es usar grapas. En mi caso, no tenía grapadora, así que opté por poner unas chinchetas. En cuanto está la tela fijada, ya podemos empezar a rellenar la mesa de cultivo. Para garantizar un buen drenaje, lo primero que haremos es colocar unos dos centímetros de piedra volcánica en el fondo de la mesa. Éstas son unas piedras naturales encargadas de mantener el nivel de humedad del suelo, lo que las hace perfectas para drenar el riego. Luego, es el turno de rellenarlo de tierra. Las hay especiales para huerto urbano o cultivo de hortalizas, pero un sustrato universal sirve igual. Este es un buen momento para ponerse los guantes, ya que a medida que vayamos echando tierra dentro de la mesa de cultivo, habrá que trabajarla con las manos, deshaciendo todos los pegotes que nos vayamos encontrando. En cuanto tengamos la mesa de cultivo prácticamente llena, es el turno de espolvorear la superficie con el humus de lombriz, un abono ideal para empezar a cultivar.
Tras seguir estos pasos, ya tendremos nuestra mesa de cultivo preparada. Eso sí, antes de empezar a sembrar o trasplantar es aconsejable esperar unas 24h para que la tierra se asiente bien en su nuevo lugar.

Uno de los primeros elementos en los que tenemos que pensar cuando nos proponemos montar un huerto en nuestra terraza o balcón es el tipo de tierra que vamos a emplear para cultivar nuestras plantas. Esta no es una elección baladí, pues es muy importante elegir un buen sustrato que proporcione a las plantas todos los nutrientes imprescindibles para su crecimiento, además de asegurarles una buena sujeción para las raíces y una retención de la humedad adecuada.

Parece complicado, pero en realidad lo que tenemos que buscar cuando vamos a comprar el sustrato es que éste sea esponjoso para permitir el paso del aire y la oxigenación, que retenga la humedad y que sea fértil y rico en nutrientes (aunque eso sí, esto no nos va a evitar tener que ir abonando nosotros mismos la tierra a lo largo de toda la temporada). ¿Y cómo podemos constatar que nuestra tierra cumple todas estas características? Es bien sencillo, se coge un puñado de tierra y se aprieta cerrando el puño. Cuando se abra la mano, lo ideal es encontrar una masa compacta de tierra pero que se deshaga fácilmente.

En el mercado existen infinidad de sustratos, desde especializados para la siembra y el esqueje, hasta específicos para un tipo de plantas, como las orquídeas. Los hay incluso destinados a huertos urbanos pero, francamente, si vais a regar y abonar correctamente vuestra tierra, un sustrato universal (que encontraréis fácilmente en cualquier tienda de jardinería) sirve perfectamente para cultivar en el balcón.

¡Hasta pronto!

Desde hace años me había llamado mucho la atención la idea de empezar mi propio huerto urbano, pero viviendo en un bajo de escasa luz y de tan solo 38 m2, se me antojaba imposible empezar a plantar macetas por el suelo del comedor. Por suerte, mi situación ha cambiado. Me acabo de mudar de piso y ahora dispongo de una buena terraza orientada al sur que recibe muchas horas de luz a lo largo de todo el día. Así que ya no tenía excusa: cultivar mi primer huerto urbano estaba en mis manos.

Antes de ponerme manos a la obra con la pala y el rastrillo visité decenas y decenas de páginas web buscando algo de luz para empezar a cultivar y supongo que me pasó lo que a todo primerizo: me sentí abrumada por tanta información ¿sería yo capaz, una urbanita a la que se le han llegado a morir los cactus, de germinar una mísera semilla? Por suerte pude asistir a un curso gratuito de iniciación a la jardinería en un centro Jardiland y se me despejaron muchas de las dudas que las horas de indagación digital me habían creado.

He empezado a cultivar un pequeño huerto en mi terraza y me ha parecido una buena idea crear este espacio en el que iré relatando mis pequeños progresos junto con mis errores y aciertos. Así, siempre que necesite recordar qué hice mal con esas semillas, cuándo planté esas otras o cuándo empezaron a germinar esas de más allá, solo tendré que hacer un par de clics para encontrar la respuesta a mis preguntas. Además, si este blog le sirve a alguien que empiece en esto del cultivo urbano tan perdido como yo he empezado, me daré por más que satisfecha.

¡Hasta pronto!